La importancia de la educación para conseguir una carrera laboral exitosa

Nunca se ha hablado tanto de educación como en estos meses de epidemia. Donde se deseaba un cambio social, cultural o político, quizás inconscientemente, se evocaba la dinámica de un proceso educativo. Solo desde la educación, de hecho, puede pasar el cambio en los comportamientos intelectuales y prácticos de una persona o un grupo de personas.

Quienes se ocupan de la educación en el día a día viven con este anhelo de cambio que no se centra en la expectativa de éxito o fracaso, sino que es un movimiento de esperanza profundo y arraigado en una acción educativa consciente: “Educar es como sembrar”, dijo el cardenal Carlo Maria Martini. “El fruto no está garantizado y no es inmediato, pero si no se siembra es seguro que no habrá cosecha”.

Educar requiere valentía y responsabilidad, virtud que la experiencia del Covid-19 ha nutrido profundamente y que se concretó con fuerza en algunas preguntas que han impregnado nuestro ser educadores entre niños y jóvenes: ¿cómo vivir una relación educativa a distancia? ¿Cómo cambiar la acción educativa a partir de esta experiencia? ¿Cómo volver a acoger a los niños y jóvenes en este horario de verano?

El pedagógico de la Acción Católica Ambrosiana no existe respuestas ni soluciones sino el deseo de aportar algo de reflexión, imaginando nuevas formas de estar cerca de los pequeños que se nos han confiado.

Construir el futuro e imaginar nuevas formas de estar cerca de los niños y los jóvenes no puede ignorar la planificación. En el ámbito educativo, la planificación expresa la intencionalidad transformadora de la educación, es decir, la posibilidad de la persona de permanecer en la realidad trascendiendo la situación y proyectándola en un ser de metamorfosis y cambio. La planificación requiere elección y compromiso para que la novedad del proyecto pueda realizarse y modificar la situación dada y vivida desde el principio. Al pensar en una actividad, un taller, una propuesta para niños o adolescentes, este es el proceso que podemos seguir y compartir: 1¿Quiénes son los niños / jóvenes que conocemos? 2 ¿Qué necesidades tienen? 3 Partiendo de sus necesidades, de su realidad, ¿qué objetivos nos gustaría alcanzar? 4 ¿Qué actividades podemos proponer para lograr estos objetivos?

En concreto, señalamos algunas miradas a cultivar y actitudes a poner en práctica:

Redescubra el valor de educar en presencia.

Hemos vivido y descubierto en este período de pandemia, la educación a distancia, tratando de vivirlo de la mejor manera posible, cosechando los mejores frutos. Pero todo catequista, animador, maestro ha captado la actual “brecha” entre esta experiencia y la distancia: como hombres somos “pensados” para una relación en presencia. Frente a un rostro, a otro cuerpo, somos de hecho capaces de captar una plenitud en el encuentro que va más allá de la imagen y la palabra. Además, específicamente en la relación educativa, la dimensión corporal que habitamos como educadores tiene una preciosidad para ser vivida en abrazos, miradas, gestos: ¡redescubrímosla!

Redescubre la comunidad educativa y vívela con valentía y energía proactiva.

El desafío para quienes son los protagonistas de la educación de los hablantes es muy alto en esta etapa. La organización del horario de verano requirió nuevos elementos de formación multidisciplinar y gestión segura según la normativa. Cada realidad respondió poniendo en juego con fuerza sus recursos, para que fuera posible ofrecer a los niños y jóvenes una propuesta de calidad. En algunos casos, este deseo ha provocado profundos cambios positivos, como la participación de nuevos adultos que voluntariamente pusieron a disposición tiempo y energía. Esta experiencia amplía el corazón y el horizonte de la comunidad educativa que ha sabido asociarse en torno a un objetivo común de acoger y cuidar a los más pequeños, y ha aprendido una nueva forma de trabajar y colaborar en todo momento: dejar ¡lo atesoramos!