Seguramente has visto algún hogar que tenga paredes de piedras naturales, que tienen un aspecto y una textura bastante rugosa, pero que no deja de dar una apariencia elegante, sumándole valor a la belleza de la fachada donde se encuentran.
Uno de los acabados de las superficies más tradicionales es aquel que deja un aspecto bastante homogéneo y rugoso sobre granitos, mármoles, areniscas y calizas, lo cual se logra a través de la técnica del abujardado.
Se trata de pequeños cráteres, que están repartidos de forma uniforme entre 1 y 3 milímetros de anchura y profundidad, el acabado se logra proporcionando pequeños golpes repetidos, que labran la superficie con los diminutos dientes piramidales del metal del martillo bujarda.
Pueden conseguirse distintos tipos de acabados, todo dependería de la fuerza con la que se diera cada uno de los golpes, y también la cantidad de impactos proporcionados, ya que esto hace que varíe la densidad y el tamaño de cada agujero.
Con esta técnica tradicional conseguimos trabajar superficies que son de piedra, así como también el granito, el mármol y el hormigón, para que su acabado sea de preferencia rugoso.
A su vez, gracias al trabajo que se lleva a cabo con estas superficies, el tono de las piedras, que son sometidas a la técnica, se ve aclarado.
Hoy en día este proceso se extiende a diversas zonas
En el pasado, solía ser utilizada esta técnica para revestimiento de espacios exteriores, principalmente, aunque también se utilizaba en distintos trabajos artesanales, y por supuesto era un proceso que se llevaba de forma manual.
Sin embargo, con el pasar de los años se ha convertido, también, en una práctica que se lleva a cabo para algunos diseños de interiores, logrando ser aplicado a la perfección y obteniendo unos acabados completamente elegantes y únicos.
Es común que sea utilizado para darle un toque especial a las chimeneas de obra, para revestir cualquier pared donde es deseado obtener un diseño y aspecto rústico, y también para alicatar las fachadas.
Dependiendo del tipo de acabado que deseemos obtener, utilizamos diferentes bujardas, pueden tener más o menos dientecitos, que son quienes se encargan de realizar los pequeños cráteres.
Para los acabados más finos se utilizan aquellas bujardas que tienen mucha más cantidad de dientecitos que las demás, ya que se encargará de labrar la piedra natural en mayor cantidad.
En contraste, aquellas abujardadoras que poseen menor cantidad de dientes, son conocidas como abujardadoras de desbaste, ya que como su nombre lo indica, se encargan de eliminar, principalmente, la capa superficial de aquella piedra que pretendemos trabajar.
La aplicación de esta técnica está cada vez más automatizada
Como bien sabemos, la tecnología avanza constantemente, en todos los aspectos que podamos imaginarnos, y la arquitectura, como es sabido, no se queda atrás.
Lo que había iniciado como un laburo completamente manual, ahora ha quedado en el pasado, debido a que cada vez son más los expertos que hacen uso de las bujardas neumáticas, siendo estas las que recorren la superficie en totalidad, llevando a cabo el trabajo.
La bujarda, de hecho, es el nombre de la herramienta manual que ha sido utilizada a lo largo de los años para realizar esta técnica. En apariencia, es similar a un martillo, que se ve recubierto por una serie de dientes piramidales, utilizados para finalmente devastar las piedras trabajadas al golpearlas.
Al utilizar el método tradicional es necesario tomar en consideración que se requiere de gran pericia y experticia, ya que el tratamiento superficial es extremadamente delicado, y la fuerza debe ser calculada a la perfección para evitar maltratar erróneamente el material.
Para conseguir un acabado completamente perfecto es necesario cumplir con la repetición adecuada, manteniendo la misma inclinación, y por supuesto orientación, a la hora de dar los golpes, así como también mantener la misma fuerza.
Solo de esa forma conseguiríamos un acabado uniforme, y como podemos notar, requiere mucha capacidad, por lo cual la ciencia se encargó de desarrollar una manera más sencilla de conseguirlo.
La abujardadora mecánica sigue siendo un martillo, pero este es neumático, y se utiliza una broca, que posee una cabeza cuadrada, con diferentes formaciones piramidales, que se encargarán de labrar el material.
También es conocido como taladro percutor, y está diseñado para golpear con la misma fuerza cada vez que realiza el movimiento.